Como un imponente custodio verde, con su cresta cubierta de
neblina por la mañana, el cerro Musún se alza frente al laborioso poblado de
Río Blanco, justo en el límite entre el Pacífico y la Región Autónoma del
Caribe Norte.
Con sus 1,460 metros de altura y 4,778 hectáreas de
extensión, el cerro Musún es una importante reserva de Nicaragua, ya que desde
sus faldas montañosas fluyen aguas cristalinas que bajan en cascadas, de las
cuales nacen ocho ríos que abastecen de agua a muchos poblados vecinos,
incluyendo el de Río Blanco. Estas cuencas hidrográficas convergen en los ríos
Tuma, Wilique Grande y Grande de Matagalpa, los cuales desembocan en el mar
Caribe.
Subiendo por el maltrecho camino de 4 kilómetros que lleva a
la casa parque de la reserva, el visitante experimenta la diferencia de
temperatura desde que cruza las heladas aguas del río Las Golondrinas, las
cuales bajan de las faldas del cerro.
Si se viaja en vehículo propio, se recomienda dejarlo al
otro lado de la quebrada y caminar hasta la casa parque, o alquilar un par de
caballos en una de las casas de la comunidad.
Desde las faldas del cerro
A medida que se sube, el viento fresco que baja de la
montaña disipa el sudor de la frente y suaviza el efecto del sol, sobre todo
cuando se empieza el ascenso después de las 9 de la mañana. Sin embargo, la
recompensa es grande al ver desde lo alto el panorama que rodea al pueblo de
Río Blanco: montañas, colinas y valles que se pierden en el horizonte.
Al llegar a la casa del guardaparque, ubicada en medio de un
pequeño bosque donde hay pinos, guarumos, robles, genízaros y hasta matas de
plátano, sale al encuentro Álvaro Duarte Loáisiga, de 53 años, el cuidador que
la comuna contrató para evitar que saqueen lo que queda de estas instalaciones
y de la reserva.
Duarte Loáisiga cuenta que entre sus misiones está cuidar la
nueva propiedad de 62 manzanas comprada por la comuna, que fue declarada área
de reserva para proteger las fuentes de agua que abastecen la ciudad.
Gran productor de agua
A unos 100 metros de la casa parque, siguiendo una pequeña
trocha a la izquierda, se llega a la cascada La Golondrina, un regalo de la
naturaleza escondido entre el verdor de esta montaña. Aquí se observa cómo
desde lo alto del cerro el agua se precipita sobre un farallón rocoso y va
formando varias cascadas cristalinas que crean pequeñas pozas, en un
espectáculo que vale la pena ver. Esta cascada, de más de 100 metros de altura,
en su última caída se abre en tres brazos que parecen finas cortinas blancas.
Más arriba, las mismas aguas de La Golondrina forman otra
cascada que a su vez crea una poza semicircular rodeada de piedras, por donde
se escurre la corriente en su viaje a las faldas del cerro.
Al caminar bajo la sombra de los árboles de la reserva, los
sonidos provocados por el vaivén de las ramas al ser agitadas por el viento;
por los chocoyos, chicharras, ranas, urracas y oropéndolas, y por los monos
congos cuando comen mangos, se mezclan con el rumor del agua al caer en la
poza.
Avanzando por la izquierda se llega a un claro desde donde
se puede observar el salto más alto de La Golondrina, cuyas aguas caen casi
perpendiculares sobre una pared rocosa de más de 60 metros de altura. La
impresionante vista invita a una fotografía de recuerdo.
Pero esto es apenas una parte de las bellezas naturales que
tiene el cerro Musún, según explica Nahum Ruiz, responsable de la Secretaría
Ambiental de la comuna de Río Blanco.
La cascada de Bilampí
“Además de las cascadas de La Golondrina, a unos 19
kilómetros de aquí, siempre en el cerro Musún, se encuentra la cascada de
Bilampí, que mide 150 metros de alto y que también se aprovecha para abastecer
de energía a 12 comunidades mediante una pequeña central hidroeléctrica manejada
por la comunidad”, explicó.
Ruiz, también responsable local de turismo, informó que para
visitar la reserva se tiene que pedir autorización en la alcaldía de Río
Blanco, porque ahora esta reserva esta administrada por la comuna.
La oferta turística
“Nosotros facilitamos la visita de los turistas que quieran
conocer el área protegida, donde se practica turismo de aventura, se puede
caminar por los senderos del bosque, ir a las cascadas, conocer sobre su fauna,
y si se quieren quedar a dormir allá arriba no hay problema, porque en la casa
parque hay cuartos con literas, inodoro, baños, agua, cocina con pailas,
calderos, platos, vasos, en un ambiente limpio y seguro”, afirma Ruiz.
También se puede dormir al aire libre, en casas de campaña
(traídas por el visitante), en un área designada por el responsable de la casa
parque.
Pero si se quiere dormir con más comodidad, en la ciudad de
Río Blanco existen varios hoteles y restaurantes donde hospedarse y comer al
gusto del visitante, así como también bares y centros de recreación para pasar
una noche amena.
Sitio de leyendas y de encantos
Bajo la sombra de los inmensos genízaros y matapalos
cubiertos de enredaderas, lianas y plantas parásitas, los habitantes de la zona
dicen haber visto la sombra de bultos que se mueven y desaparecen a medida que
se acercan, otros dicen que estas montañas son refugios de duendes y de
espíritus burlones, y hasta lugares de leyendas de personajes históricos de
Nicaragua.
“Antes decían que en la cumbre del cerro había una laguna
encantada, también que había una cueva con un tesoro, que tenía la entrada
llena de calaveras de todos los que habían intentado entrar. Otro señor cuenta
que debajo de una piedra encontró una tinajita llena de águilas de oro, y
debajo de la piedra decía “Pedrón Altamirano”, uno de los lugartenientes del
general Sandino. Este señor agarró la tinajita y las águilas las fue a vender a
Managua”, cuenta Uriel Sobalvarro, responsable de la unidad de agua y
saneamiento municipal.
Por su parte, Duarte Loáisiga, el cuidador, refiere que en
menos de un mes que tiene de estar en este lugar, ya fue “visitado” por los
duendes.
“Tal vez la gente no lo crea, pero esto es cierto. Un día
que yo estaba durmiendo, era bien noche y oí que alguien me tocaba la puerta,
así como que la estaban rascando, entonces yo me levanté, me voy a asomar, voy
con mi machete listo y el foco encendido, jalo la puerta, alumbro, y cuando
veo, un niño con cotón colorado, cabezón, así de pequeño el bultito, salió para
allá y desapareció en lo oscuro del patio, me querían sacar de la casa, porque
este es camino de ellos”-- dice convencido--, “pero no pudieron sacarme porque
aquí estoy todavía, ja, ja, ja”, cuenta.
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