Estados Unidos | EFE
La exquisitez líquida de Carolina Herrera, con una colección
inspirada en el vaivén del agua, y la espectacularidad de Tommy Hilfiger, que
celebró los 30 años de la firma recreando un partido de fútbol americano,
marcaron los dos puntos de impacto en la Semana de la Moda de Nueva York.
El impacto de la diseñadora de venezolana fue, como siempre
en ella, susurrado, y el del estadounidense vociferado por el altavoz de un
estadio.
Claro, que por cada prenda que llegue al oído de una clienta
de Carolina Herrera, Hilfiger tiene que vender cien, lo cual justifica sus
diferentes maneras de alcanzar a su público. Entre medias quedó otro
venezolano, Ángel Sánchez, que también mostró su colección.
Herrera, máxima expresión de la sofisticación de la mujer de
alta alcurnia en Nueva York, volvió a dar en la diana con una colección de
sensualidad sinuosa, de fluctuación constante como el agua del mar.
Según ella, las aguas en la moda “siempre han sido
turbulentas”, pero allí está su genio para calmarlas, para producir un
hipnótico canto de sirena que lleve al amante de la moda a enamorarse
perdidamente de sus propuestas.
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