Hay una frase que el filósofo español José Ortega y Gasset
pronunció en 1939 y aún resuena en la memoria colectiva de Argentina:
‘¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!’.
Continuaba así: ‘Déjense de cuestiones previas personales,
de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que
daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a
abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y
sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus
potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su
claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal’.
El problema está en saber qué son ‘las cosas’. Para los
presidentes Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández las cosas tal vez
guarden una relación muy estrecha con los 407 cómplices de la dictadura
(1976-1983) ya encarcelados; o con un crecimiento promedio del país en 10 años
superior al 7%; o con un desempleo que disminuyó 10 puntos durante la década
kirchnerista (del 17.3% al 7.1%).
Para el Fondo Monetario Internacional, sin embargo, ‘las
cosas’ tienen mucho que ver con la veracidad de las estadísticas. Y durante los
últimos siete años el Gobierno hurtó a los argentinos y a la comunidad
internacional las cifras reales sobre los precios. Llegó a multar a las
consultoras privadas que publicaban un índice de precios dos veces superior al
oficial.
No habla de inflación
Con motivo de la apertura del año legislativo, la
presidenta, Cristina Fernández, habló durante tres horas en el Congreso sin
pronunciar la palabra inflación.
El anterior ministro de Economía, Hernán Lorenzino, pasó a
la historia por contestar a una periodista griega que le preguntó sobre la
inflación con un memorable ‘me quiero ir’. De esa forma, alejándose de las
cifras reales, los Gobiernos de Kirchner y Fernández evitaron pagar el
equivalente a 9,700 millones de euros en concepto de bonos y deudas cuyos
intereses crecían (o se frenaban) al ritmo de la inflación.
La mentira fue posible porque parecía no repercutir en los
bolsillos de los ciudadanos. Los sindicatos conseguían cada año subidas
salariales por encima de la inflación. En el último año llegaron a incrementos
superiores al 25%.
Destapan la
verdad
El Gobierno
argentino no sufrió ningún costo electoral por manipular las estadísticas.
Fernández fue reelegida en 2011 con el 54% de los votos. Pero el engaño duró
hasta que el FMI amenazó con expulsar a Argentina.
Y ahora, los mismos técnicos que llevaban siete años
mintiendo destaparon en enero un nuevo índice de precios con un aumento mensual
(3.7%), tres veces superior al que se venía presentando. Fue un gran giro de la
presidenta hacia los objetivos de los economistas más ortodoxos. Pero no iba a
ser el único.
El 22 y 23 de enero el Gobierno permitió la mayor
devaluación del peso en 12 años. Después subió las tasas de interés del peso y
autorizó –tras un año de prohibiciones– la compra de dólares para ahorro. Todas
ellas eran medidas que venía reclamando la oposición.
Además, el jueves firmó un acuerdo con Repsol para compensar
la expropiación del 51% de sus acciones en YPF mediante el pago en bonos de
5,000 millones de dólares. Y ahora intenta llegar a un acuerdo de pago con los
acreedores del Club de París, foro de 19 países a los que Argentina debe unos
9,500 millones de dólares.
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